Seguro que te ha pasado alguna vez que te has sentido mejor después de comer un plato rico y sano y te preguntarás si hay algún método científico que pueda valorar ese cambio en tus emociones. Si estamos hablando de esto hoy es porque ese método existe y además está relacionado con el análisis sensorial. Te lo resumimos a continuación.
Se combinan dos métodos para medir la respuesta emocional. Por una parte, se obtienen los resultados de lo que el consumidor expresa o dice, recogidos mediante la cata de consumidores. Por otra parte, se obtienen los resultados emocionales que el consumidor siente, sea consciente de ellos o no, recogidos mediante la técnica de Electro Encefalograma. Como puedes ver, para ello se utiliza un aparato de medición (una diadema inalámbrica con sensores), mientras el consumidor prueba el plato en condiciones controladas.
En la gráfica que se representa en la imagen principal de esta entrada, se hace referencia a los dos tiempos de volcado de datos, como antes (antes de degustación, emociones control), y después (emociones producidas por la ingesta). Como ves, de las cuatro emociones medidas, las tres positivas (seguro, interesado y entusiasmado) aumentan después de la cata mientras que la negativa (asqueado), se reduce.
Ya adelantamos al principio que esto de las emociones está ligado al análisis sensorial. Los consumidores también han valorado el plato mediante una ficha de cata en la que los atributos sensoriales (aspecto, olor, textura, sabor y global) se miden mediante una escala hedónica estructurada (desde «me disgusta mucho» a «me gusta mucho»). Observando los resultados de aceptabilidad sensorial, podemos decir que el plato tiene unas valoraciones muy positivas:
Comprobado: comer (bien) emociona.
Puedes leer más sobre este proyecto en el post «Experiencia de una alumna en prácticas».