Pero, ¿qué es lo que hace a un buen catador?
Lo que puede diferenciar un buen catador del resto es el esfuerzo que este ponga en serlo.
Claramente existe el factor de la aptitud sensorial de cada individuo, pero de poco sirve percibir una amplia gama de estímulos olfato-gustativos si uno es incapaz de identificarlos y describirlos después. Por eso es tan importante la memoria sensorial.
La memoria sensorial es, según la norma UNE-EN ISO 8586:2014 la aptitud superior a la media para conservar las impresiones sensoriales en la memoria, es decir, la capacidad de recordar como huelen o saben las cosas y, más importante aún, la capacidad de que identificar estos aromas, olores y sabores se mantenga en el tiempo.
Existen varias formas de entrenar la memoria sensorial, pero la más efectiva y práctica consiste en hacer un ejercicio consciente de codificación en el momento de probar u oler algo nuevo. Por ejemplo, al pasar por un huerto dónde hay tomates verdes, analizar el estímulo olfativo y pensar: ‘A esto huele un tomate verde’. Esta técnica sirve también para mantener los recuerdos, ya que la próxima vez que pases por un huerto de tomates verdes podrás decir: ‘Es verdad, a esto huele un tomate verde’.
Estar continuamente probando y oliendo todo a tu alrededor significa no solo la ampliación de tus aromas, olores y sabores conocidos, sino la fortificación de los estímulos que ya has codificado previamente.
Si te encuentras en un restaurante y junto a un queso que nunca habías probado te sirven pan con aceite de corniblanca, no solo estarás codificando el olor, sabor y aroma de este nuevo queso sino que también reforzarás tu memoria sensorial ya que, entre otras notas, encontrarás aroma de tomate verde en el aceite y, aunque te lleve unos momentos unir el estímulo con tu recuerdo del campo, serás capaz de reconocerlo.
En definitiva, la mejor manera de convertirse en un gran catador es la atención consciente al detalle mientras, literalmente, te comes el mundo.
Texto de: Julia Bustos Roselló